"Lo abstracto se vuelve un espejo de mis emociones más crudas".

Emoción en bruto.

El lienzo en blanco nunca me intimida, me provoca. Lo miro, me mira, y en ese silencio empieza una conversación sin guión. Una pincelada llama a la otra, y de pronto lo abstracto se vuelve un espejo de mis emociones más crudas, de pensamientos fugaces, de imágenes que ni sabía que llevaba dentro.

Descubrí la pintura en plena pandemia, cuando el mundo se detuvo y yo buscaba un refugio lejos de la perfección obsesiva de la alta restauración. Allí encontré libertad: un espacio donde no existen reglas, solo improvisación, imaginación y un fluir que me salva de la ansiedad. Pintar es, para mí, meditar con color.

No sigo tendencias ni técnicas. Nunca me importó dibujar bien; lo mío es liberar la mente en formas, texturas, collage y colores que se contradicen entre sí, como la música que escucho y a veces contradigo con cada trazo. Soy un “abstract man”: impulsivo, contradictorio, un poco loco.

Me fascina desafiar lo esperado: el aerosol sobre lienzo me abrió un universo nuevo, industrial y callejero, que sigo explorando como quien descubre un territorio salvaje. Porque al final, mi obra es eso: emoción en bruto, caos convertido en lenguaje, improvisación hecha verdad.